COMIENZOS PROMETEDORES (XLIX)

59. Solenoide, Mircea Cărtărescu

He cogido piojos otra vez. Ni siquiera me sorprende, ya no me asusta, ya no siento asco. Solo me pica. Liendres tengo todo el tiempo, caen de mi cabeza cada vez que me peino en el baño: huevitos de color nacarado que brillan oscuros en la porcelana del lavabo. Algunas se quedan prendidas entre las púas del peine y las limpio con un cepillo de dientes viejo, el del mango enmohecido. Soy profesor en una escuela de las afueras, así que es imposible no coger piojos. La mitad de los niños tienen piojos. Se los encuentran al comienzo del curso, en la consulta del médico, cuando la enfermera les examina el cabello con los movimientos expertos de los chimpancés; solo que ella no tritura con los dientes la corteza de quitina de los insectos capturados. Recomienda a los padres, en cambio, una solución blancuzca-lechosa que despide un olor químico, la misma que utilizamos los profesores. Toda la escuela acaba oliendo, al cabo de unos días, a solución antipiojos. (trad. Marian Ochoa de Eribe)



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