COMIENZOS PROMETEDORES (LXIV)
86. Ilíada, Homero
Canta, Diosa, la cólera de Aquiles el Pelida, la
que, funesta, trajo dolor innumerable a los
aqueos y sepultó en el Hades tantas fieras
almas de héroes, a quienes hizo presa de
perros y de todas las aves —la voluntad de Zeus se cumplía— a partir del instante en que por vez primera se enemistaron disputando
el Atrida, rey de hombres, y Aquiles el divino.
¿Cuál de los dioses los lanzó en disputa a pelearse mutuamente? El hijo de Leto y de Zeus. Airado
con el rey, introdujo una peste maligna en el ejército.
Y perecían los guerreros por culpa del ultraje que
infiriera el Atrida al sacerdote Crises. Este, para liberar a su hija, se había presentado en las veloces naves de los aqueos con un rescate inmenso y con las ínfulas del flechador Apolo, colgando de áureo cetro, en
las manos; y a todos los aqueos, y especialmente a
los dos Atridas, jefes de pueblos, así les suplicaba:
“¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas!
Ojalá os concedan los dioses, que habitan olímpicos
palacios, saquear la ciudad de Príamo y volver felizmente a casa. Poned en libertad a mi hija y recibid a
cambio este rescate, si es que teméis al hijo de Zeus,
al flechador Apolo.”
(trad. Luis Alberto de Cuenca)
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