COMIENZOS PROMETEDORES (LVIII)

76. Las aventuras de Tom Sawyer, Mark Twain

—¡Tom!

Silencio.

—¡Tom! 

Silencio. 

—¿Dónde andará metido ese chico? ¡Tom! 

La anciana se bajó las gafas y miró por encima de ellas por todo el cuarto; después se las subió a la frente y miró por debajo. Rara vez miraba a través de los cristales a algo de tan poca monta como un chiquillo: eran aquellas las gafas de ceremonia, su mayor orgullo, construidas para dar ornamento antes que para su uso, y no hubiera visto mejor mirando a través de un culo de botella. Se quedó perpleja un instante y dijo, sin cólera, pero lo bastante alto para que la oyeran los muebles:

 —Bueno; pues te aseguro que si te echo la mano encima te voy a...  (trad. José Torroba).





Comentarios