COMIENZOS PROMETEDORES (XVIII)
22. La cartuja de Parma, Stendhal
El 15 de mayo de 1796, el general Bonaparte hizo su entrada en Milán a la cabeza de aquel joven ejército que acababa de pasar el puente de Lodi y de dar a conocer el mundo que, después de tantos siglos, César y Alejandro tenían sucesor. Los milagros de valor y de talento de que Italia fue testigo en unos meses despertaron a un pueblo adormecido; todavía ocho días antes de la llegada de los franceses, los milaneses solo veían en ellos un hatajo de bandoleros, acostumbrados a huir siempre ante las tropas de Su Majestad Imperial y Real; al menos esto era lo que les repetía tres veces por semana un periodiquito de tamaño de la mano, impreso en papel sucio.
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