EL LIBRO DE LOS MUERTOS (I). PESAR LAS ALMAS. EN LA MANSIÓN DE OSIRIS.
Palabras dicha por el Osiris N.:
«He venido para contemplar tu perfección. Mis manos se hallan glorificando tu verdadero nombre. Vine aquí cuando (todavía) no existía el abeto, cuando la acacia todavía no había sido creada y cuando todavía no se había confeccionado ningún soporte boscoso de tamarisco. Si penetro en el lugar secreto, disputaré con Seth, (pero) seré amigable con el que venga a mi encuentro con el rostro velado, el cual habrá caído a causa de las cosas secretas».
Entró en la mansión de Osiris y contempló los misterios que allí se encontraban, (al tiempo) que se hallaba la asamblea divina de los pilones, constituida por los bienaventurados. Las palabras dichas por Anubis a su vecino (fueron estas): «Resuena la voz de un hombre venido de Egipto. Conoce nuestros caminos y nuestras ciudades y me alegro porque noto que su olor es (el de) uno de vosotros (y este llegando) me dijo: «Soy el Osiris N., un bienaventurado. He venido aquí para ver a los grandes dioses, porque vivo de los alimentos que están en sus kas. Estuve cerca de Ba-neb-Ded y (tal dios) logró que yo saliese en forma de fénix, según (deseaba mi) palabra. Estuve en el río y mi ofrenda fue el incienso (y) mi guía la acacia de los niños. [...] ¡He dicho lo que concierne (a sus palabras) y (ahora) digo: que tu pesaje se realice en medio de nosotros».↨
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Trad. y notas de Federico Lara Peinado, El libro de los muertos, Editora Nacional, Madrid, 1984 pp. 226-227.
El libro de los muertos
La obra se compone de un conjunto de oraciones que ayudaban al difunto a sortear todos los obstáculos en su paso por la Duat (el inframundo de la literatura egipcia). Es una obra densa y compleja que aporta mucha información sobre la mentalidad religiosa de aquel tiempo.
«Se relata el Juicio de Osiris , ante el que el espíritu del difunto llega guiado por Anubis — psicopompo—, no sin antes tener que sortear diversos peligros en el inframundo o Duat. Allí, ante el dios de la resurrección se le extraía el corazón, como manifestación de su conciencia y moralidad, para depositarlo en el platillo de una balanza donde era contrarrestado en el otro con la pluma de Maat, símbolo de la verdad y la justicia universal, para que los dioses que conformaban el tribunal, presididos por Thoth, dios de la sabiduría, que actuaba como notario, le formulasen preguntas acerca de su conducta pasada, ante cuyas respuestas la balanza se inclinaría a un lado u otro. Al final del juicio, Osiris dictaba sentencia y si ésta era afirmativa el Ka y el Ba podían reunirse con la momia para vivir eternamente, pero si era negativa, su alma era arrojada al Amit, un ser híbrido con cabeza de cocodrilo, torso y manos de león, y patas de hipopótamo que le devoraba y acababa con su condición de inmortal».
Laura Rodríguez Peinado, «La Psicostasis», en Revista digital de iconografía medieval, vol. 4, 7, 2012, pp. 11-20.
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