SEGUIR SOMBRAS Y ABRAZAR ENGAÑOS (LA BREVEDAD DE LA VIDA SEGÚN GÓNGORA)

 



De la brevedad engañosa de la vida (1623)

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta
que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada Sol repetido es un cometa.
¿Confiésalo Cartago y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.
Mal te perdonarán a ti los las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.

Decía Jorge Luis Borges, encandilado por la sonoridad de la aliteración que abre el poema, que en el primer verso «silban las eses como silba la saeta en el aire». Esa flecha veloz —la «destinada señal» es el blanco de la misma—se compara al paso velocísimo del tiempo, tema central del soneto: una reflexión y exhortación sobre la inexorable fugacidad de nuestra vida. Un manido tópico que Góngora logra recrear con brillantez formal y originalidad. Como indica Dámaso Alonso, «el poeta lo expresa con una correlación: nuestra edad va a la muerte rápida y silenciosa (secreta), tan veloz como la saeta, con tanto silencio como el carro en los juegos agonales (entre el silencio de todos los espectadores) corona la meta, es decir, gira en torno a la meta». 

El texto poético se cierra con una serie de de anadiplosis que inciden en el carácter efímero de la existencia (notemos la cuidada gradación al término de los tres versos finales: horas-días-años). 


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