PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA (2). LUJÁN
Luján actúa como confidente y alcahuete del Comendador. Se sitúa, claramente, en una posición social más baja que la de Leonardo, el otro criado al servicio de don Fadrique.
De sus parlamentos se desprende una visión pragmática y realista de las relaciones amorosas, en las que el dinero posee una importancia decisiva. Afirma, por ejemplo, «que en trigo de amor no hay fruto si no se siembra dinero» (vv. 660-661). Así pues, parece convencido de su eficacia persuasiva con las mujeres displicentes. Este «monetarismo erótico» (Pedraza Jiménez) era un lugar común en las obras literarias de la época. Con todo, la firme resistencia de Casilda desmiente de forma tajante esta arraigada creencia.
A Luján, por otra parte, sabedor de su condición social («un hombre de mis prendas»), no deja de resultarle desconcertante que el Comendador se fije en él para un empresa delicada y de carácter amoroso. Sin embargo, como el propio D. Fadrique aclara, él es el hombre adecuado precisamente por su posición: «Si sirviera una dama, hubiera dado / parte a mi secretario o mayordomo, / o a algunos gentilhombres de mi casa». (vv. 804-806). Parece evidente que Luján actúa como una suerte de engarce entre los dos estamentos sociales.
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