DEFINIENDO EL AMOR

Alegoría sobre el amor (III). Respeto. Paolo Veronés, 1575. National Gallery. Londres.  



DEFINIENDO EL AMOR

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, este es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

                    FRANCISCO DE QUEVEDO 

ES HIELO ABRASADOR - Un poema recitado de Francisco de Quevedo

(1) da cuidado: causa preocupación (v. 5). Es una emoción repentina e inoportuna que crea preocupación en el enamorado.
(2) postrero parosismo: el estertor previo a la muerte.
(3) niño Amor: Eros o Cupido. Representación tópica del Amor como un caprichoso niño con alas. (v. 12) 

El amor es presentado en estos versos como un sentimiento ambivalente y lleno de contradicciones; siempre impredecible y cambiante, causante de gozo y alegría, pero al mismo de tiempo también de zozobra y sufrimiento en el enamorado. Nada nuevo bajo el sol. Este era un motivo sobradamente conocido en la tradición literaria. En el siglo XV, Jorge Manrique, por mencionar un solo ejemplo, escribió su célebre poema Diciendo qué cosa es amor, que muestra un planteamiento similar: «Es amor fuerça tan fuerte/que fuerça toda razón;/una fuerça de tal suerte,/que todo seso convierte/en su fuerza y afición».

El texto presenta una articulación bipartita:

1) Tres primeras estrofas (vv. 1-11). Definición del amor (predominio del tono expositivo y acumulación de paradojas—«un andar solitario entre la gente»—, oxímoros—«hielo abrasador», «fuego helado», «libertad encarcelada»— y antinomias—«cobarde/valiente»). 

2) Última estrofa (vv. 12-14). Conclusión escéptica. El amor no puede ser considerado como un verdadero amigo, principalmente por su carácter mudable, caprichoso y contradictorio. El amor ni siquiera se lleva bien consigo mismo. 

Francisco de Quevedo despliega su portentoso arsenal lingüístico a lo largo de este soneto. Cabe destacar el uso de la amplificatio, apoyada en una estructura anafórica y en el paralelismo sintáctico. También abundan otras figuras de repetición, como la derivatio (amar/amado, descuido/cuidado). En lo tocante al léxico, encontramos una serie de palabras que remiten a los códigos metafóricos usuales en la lírica de corte petrarquista (el fuego como metáfora de la pasión, por ejemplo) y que se vinculan, por otra parte, a reiterados tópicos, como el del  amor como enfermedad (morbus amoris).

En conjunto, y sobre todo en el remate final del poema, se aprecia una actitud escéptica y desengañada por parte del sujeto poético.  

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