GALAXIA CERVANTINA: MARAVILLAS, CRISTIANOS VIEJOS E ILUSIONES (EL RETABLO DE LAS MARAVILLAS)

 

Cervantes, creador de entremeses


En 1615 publicó Cervantes sus Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados.

Encontramos la más brillante aportación cervantina al desarrollo del teatro español en sus extraordinarios entremeses, que han gozado, sin interrupción, de una notable estimación crítica —muy por encima de las comedias y tragedias—. Recordemos que los entremeses eran piezas breves, cuya duración se limitaba a un acto, de carácter popular y costumbrista, con un repertorio de personajes típicos —como el rufián, el cornudo o el vizcaíno— y un propósito humorístico.  

 Sin dejar de asumir ciertos elementos consagrados por la tradición ni renunciar a la búsqueda de la comicidad y la diversión del espectador, Cervantes aporta frescura y originalidad, amplia el número de personajes y logra una mayor depuración estilística y variedad temática.  



Sobre los entremeses

👉Su calidad está basada en el doble juego de fantasía y realidad, tan cervantino. Hechos para reír, como todos sus hermanos literarios, manejan los grandes supuestos de la sociedad contemporánea, burlándose suavemente, con un último regusto de amargura y desencanto. Solamente tras la cáscara de la broma podían decirse, en dos o tres ocasiones, los ecos desengañados que los entremeses (mejor, la voz cervantina) lanzan a la cara del espectador. 

                                                             Alonso Zamora Vicente


El retablo de las maravillas

El retablo de las maravillas es uno de los entremeses más conocidos y representados de Cervantes. A partir de un motivo folklórico bien conocido —recordemos el cuento de don Juan Manuel sobre los tejedores y el paño mágico— elabora una implacable sátira, con la que pretende censurar la obsesión casi patológica por la limpieza de sangre que se daba en la España de entonces y, en particular, entre villanos. A la denuncia de la hipocresía social, con los prejuicios sociales latentes —el temor de ser excluido, el qué dirán— hay que añadir otros elementos de sumo interés, como la aguda indagación en las posibilidades que ofrece el aspecto metateatral, el  análisis de la dialéctica entre lo fingido y lo real —lo que vemos y lo que queremos ver, lo auténtico y lo ilusorio, etc.— o la credulidad pastueña, boba y alienante de los seres humanos. 


Los vecinos que asisten a la función, y que son las clases altas del pueblo, se sienten presionados por la importancia de las apariencias y por el miedo a hacer el ridículo. En este punto es cuando se desencadena la desternillante trama de la obra. Aunque Chanfalla asegura que salen maravillas del retablo (Sansón, un toro, ratones, leones y hasta osos colmeneros), la realidad es que no está ocurriendo nada. Solo hay una caja de madera vacía, un público expectante y un narrador que pretende estafar a los asistentes con un espectáculo que no existe. Pero las autoridades, por miedo a ser tachadas de hijos ilegítimos o de judíos conversos, fingen y aseguran estar viendo las grandiosas maravillas que les son narradas. En este juego entre la ficción y la realidad, el espectador, consciente de que Chirinos y Chanfalla están timando a los asistentes, autoridades incluidas, se divierte tanto por la situación surrealista como por la crítica de costumbres que supone esta trama.

                        https://cvc.cervantes.es/artes/menc/retablo.htm

Comenta Eugenio Asensio que «los verdaderos títeres de Chanfalla son los espectadores villanos —los alcaldes y familiares— a quienes mueve con los cordelillos de su obsesión, haciéndoles ver visiones hijas de su deseo de ser cristianos viejos, y de su temor de no serlo».



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CHANFALLA.-   ¡Atención, señores, que comienzo!

¡Oh tú, quienquiera que fuiste, que fabricaste este retablo con tan maravilloso artificio, que alcanzó renombre de las Maravillas por la virtud que en él se encierra, te conjuro, apremio y mando que luego incontinente muestres a estos señores algunas de las tus maravillosas maravillas, para que se regocijen y tomen placer sin escándalo alguno! Ea, que ya veo que has otorgado mi petición, pues por aquella parte asoma la figura del valentísimo Sansón, abrazado con las columnas del templo, para derríbale por el suelo y tomar venganza de sus enemigos. ¡Tente, valeroso caballero; tente, por la gracia de Dios Padre! ¡No hagas tal desaguisado, porque no cojas debajo y hagas tortilla tanta y tan noble gente como aquí se ha juntado!

BENITO.-   ¡Téngase, cuerpo de tal, conmigo! ¡Bueno sería que, en lugar de habernos venido a holgar, quedásemos aquí hechos plasta! ¡Téngase, señor Sansón, pesia a mis males, que se lo ruegan buenos!

CAPACHO.-   ¿Veisle vos, Castrado?

JUAN.-   Pues, ¿no le había de ver? ¿Tengo yo los ojos en el colodrillo?

GOBERNADOR.-  [Aparte.]  Milagroso caso es este: así veo yo a Sansón ahora, como el Gran Turco; pues en verdad que me tengo por legítimo y cristiano viejo.

CHIRINOS.-   ¡Guárdate, hombre, que sale el mesmo toro que mató al ganapán en Salamanca! ¡Échate, hombre; échate, hombre; Dios te libre, Dios te libre!

CHANFALLA.-   ¡Échense todos, échense todos! ¡Hucho ho!, ¡hucho ho!, ¡hucho ho!

 

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