GALAXIA CERVANTINA. EL PERSILES: VAGA APROXIMACIÓN (I)

 

Fue el Persiles el libro predilecto de Cervantes: su hijo más amado, su propuesta más ambiciosa; una extensa novela con la que pretendía lograr mayor resonancia en el mundillo literario y que le otorgase, al cabo, el prestigio y la consideración que durante tantos años se había afanado infructuosamente en conquistar. Pues, a fin de cuentas, ¿no era el Quijote un acertado divertimento, un libro cómico del que cabía estar orgulloso, pero que no podría granjearle la consideración de escritor serio? Para sus contemporáneos, probablemente, no iba más allá de una excéntrica curiosidad, de una amena parodia concebida para fustigar los desmanes fantasiosos de las aventuras caballarescas.

Ajustarse a los preceptos estéticos en boga parecía conditio sine qua non para cualquier pluma que anhelase el calificativo de «eximio literato». Y recordemos que en la sensibilidad estética de antaño no tenían cabida la extravagancia ni las raras invenciones. Nuestro gusto actual, en el que pesan aún visiones deudoras del movimiento romántico, es más proclive a premiar la originalidad y la audacia del creador. Así pues, todo escritor que aspirase al reconocimiento debía ser obsecuente con los cánones imperantes. Cervantes no fue una excepción. Decidió mirarse en un clásico incontestable, que gozaba, como es sabido, de alta estimación en su época. Las palabras recogidas en el prólogo de las Novelas ejemplares, citadas en tantas ocasiones, resultan suficientemente reveladoras: «Te ofrezco los Trabajos de Persiles, libro que se atreve a competir con Heliodoro, si ya por atrevido no sale con las manos en la cabeza». Asumió una elevada empresa: hombrearse nada menos que con Heliodoro, autor de la Historia etiópica de los amores de Teágenes y Claricela. De manera que Cervantes decidió ajustarse al modelo bizantino, sin dejar de asumir los consabidos elementos requeridos. A saber: comienzo in medias res, pareja de enamorados de elevada condición que realizan un largo y dificultoso periplo, multiplicidad de enclaves geográficos, amplia galería personajes de índole social variada, apariciones, reapariciones, naufragios, disfraces, desamores, trágicas muertes y reencuentros, hasta alcanzar el inevitable happy end en la ciudad de Roma.

Desdichadamente, Cervantes no llegó a ver publicada su novela en vida. Con el título de Los trabajos de Persiles y Sigismunda apareció la primera edición en 1617. Se abre el libro con una emocionante dedicatoria dirigida a D. Pedro Fernández de Castro, conde Lemos, por la que descubrimos que el viejo poetón se ha convertido ya en un anciano hostigado por la enfermedad, aquejado de hidropesía y «con las ansias de la muerte», y al que solo le queda prepararse para el inminente viaje definitivo.

Cervantes, en sus últimos días, escribe la dedicatoria del Quijote al conde de Lemos, Eugenio Oliva y Rodrigo, 1883, Museo del Prado (Madrid)


«Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo esta; el tiempo breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir».

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