LA TIERRA DE LA SOLEDAD

     






    


    Por entonces llevábamos cinco días en los botes, y en todo ese tiempo no habíamos divisado tierra. Pero a la mañana del sexto día el contramaestre, que estaba al mando del bote salvavidas, se puso a gritar que había algo parecido a la tierra por el costado de babor de la proa; pero apenas sobresalía por encima del horizonte, y nadie pudo asegurar si en verdad se trataba de tierra o de una simple niebla matinal. Sin embargo, y como un atisbo de esperanza comenzó a latir en nuestros corazones, remamos con fuerza en aquella dirección, y así, tras casi una hora, descubrimos que en verdad sí se trataba de la costa de un país achaparrado.

    Luego, un poco después del mediodía, estábamos tan cerca que podíamos distinguir con facilidad la forma de la tierra que se asentaba más allá de la costa, y descubrimos que era abominablemente llana, de una desolación que me resultaba difícil de imaginar. Parecía cubierta aquí y allá por racimos de una extraña vegetación; aunque me resultaba imposible discernir si se trataba de grupos de árboles pequeños o grandes arbustos; pero si de algo estaba seguro era de que no se parecían a nada de lo que yo hubiera visto antes. 

(trad. José María Nebreda)

            Los botes del «Glen Carrig», W. H. Hodgson

**He aquí un fragmento de la primera novela de William Hope Hodgson,  The Boats of the 'Glen Carrig', publicada en 1907. Una amena historia marinera que narra los avatares y peripecias de los supervivientes del barco Glen Carrig, y en la que no faltan los ingredientes habituales en las obras del narrador inglés: generosas dosis de terror, elementos sobrenaturales y extraordinarios sucesos... 




 

 


 

Comentarios