COPLAS PEDANTESCAS (I)


XXVII

En ventura Octaviano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
   en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría,
en su brazo, Aureliano;
Marco Atilio en la verdad
que prometía.


XXVIII


Antonio Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en elocuencia,
Teodosio en humanidad
y buen talante;
   Aurelio Alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.

Para el gusto de Menéndez y Pelayo, estas eran unas estrofas «pedantescas y llenas de nombres propios». No diremos tanto ni seremos tan severos como el gran polígrafo santanderino, pero no es menos cierto que cualquier lector atento se percatará de que en estos versos acaso sobreabunden las alusiones eruditas. No encontramos aquí ese inconfundible tono sereno y la ejemplar sencillez —nunca simplicidad—del poeta castellano.

Jorge Manrique desarrolla un extenso paragón entre su padre, el maestre Don Rodrigo, y algunas figuras ilustres de la historia clásica, cuyo valor ejemplarizante era bien apreciado en el contexto tardomedieval. El recuerdo de los hombres egregios perdurará, pues, como escribió Pedro Salinas, «los afamados permanecen y la glorificación terrenal resiste a los tiempos».  

E. R. Curtius denominó a estas coplas canon imperial y señaló que los apelativos caracterizadores de cada de unas las figuras proceden principalmente de la Estoria de España alfonsí, aunque otros estudiosos han mencionado otras posibles fuentes. 






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