AQUEL DE BUENOS ABRIGO
En la copla XXV, después de que el poeta haya pasado revista a los personajes más ilustres de su tiempo, comienza, en sentido estricto, el epicedio de Rodrigo Manrique. Como bien observó en su momento Leo Spitzer, «el busto del Maestre ya está en el Templo de la Fama antes que su hijo lo coloque allí». Es decir, este ya ha ganado la fama («tanto famoso y tan valiente») a los ojos de sus propios contemporáneos. Jorge Manrique emplea, además, el recurso de la praeteritio, pues renuncia, en apariencia, a enumerar las excelsas virtudes del difunto («no cumple que los alabe»), aunque en las estrofas siguientes desarrolla una elogiosa semblanza y una enumeración detallada de sus logros y cualidades ejemplares.
(1) de buenos abrigo: 'que protegía a los hombres buenos'.
(2) claros: 'egregios, famosos'.
(3) hacer caros : 'elogiar, alabar'.
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