ALMAS GEMELAS

Aunque su primer encuentro resultó catastrófico —sí, otra metedura de pata a las que nos tiene acostumbrados la incorregible Ana—, la tía abuela Josephine Barry pronto se reveló como un alma gemela. No, no era la señora «estirada y formal». Las apariencias engañan. 

La señorita Barry se quedó más de un mes. Su visita resulto más agradable de lo habitual, pues Ana la ponía de buen humor. Se hicieron buenas amigas.
Cuando se despidieron, la señorita Barry dijo:
—Recuerda, pequeña Ana, que cuando vayas a la ciudad tienes que venir a verme, y te preparé mi mejor habitación de invitados para dormir.

—La señorita Barry al final era un alma gemela —le confió Ana a Marilla—. A primera vista nadie lo diría, pero lo es. 





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