LEOPARDI, TALENTO INFINITO: «E il naufragar m'è dolce in questo mare»

 





«Sempre caro mi fu quest'ermo colle,

e questa siepe, che da tanta parte

dell'ultimo orizzonte il guardo esclude.

Ma sedendo e mirando, interminati

spazi di là da quella, e sovrumani

silenzi, e profondissima quïete

io nel pensier mi fingo, ove per poco

il cor non si spaura. E come il vento

odo stormir tra queste piante, io quello

infinito silenzio a questa voce

vo comparando: e mi sovvien l'eterno,

e le morte stagioni, e la presente

e viva, e il suon di lei. Così tra questa

immensità s'annega il pensier mio:

e il naufragar m'è dolce in questo mare.»


Siempre caro me fue este yermo cerro
y este seto, que priva a la mirada
de tanto espacio del último horizonte.
Mas, sentado y contemplando, interminables
espacios más allá de aquellos, y sobrehumanos
silencios, y una quietud hondísima
en mi mente imagino. Tanta, que casi
el corazón se estremece. Y como oigo
el viento susurrar en la espesura,
voy comparando ese infinito silencio
con esta voz. Y me acuerdo de lo eterno,
y de las estaciones muertas, y de la presente
y viva, y de su música. Así que, entre esta
inmensidad, mi pensamiento anego,
y naufragar me es dulce en este mar.

Versión de Antonio Colinas









Giacomo Leopardi (1798-1837), el gran poeta del movimiento romántico italiano, llevó una vida de fecunda e incansable actividad creadora; tan prolífica en lo intelectual como desgraciada en el plano afectivo-sentimental. El pesimismo, la insatisfacción, la soledad y la amarga conciencia de desengaño amoroso dominan en una vida errática, marcada por el fracaso, la incomprensión circundante y una deficiente salud. Débil, enfermizo y doblemente jorobado, hecho tradicionalmente atribuido a sus infatigables lecturas en la biblioteca paterna, aunque parece, según estudios más recientes, que habría que buscar las causas en la enfermedad de Poch y el raquitismo. En fin, una desgraciada existencia que —en palabras de Pietro Citati «no era nada más que infelicidad e infortunio»— acabaría por forjar su propio mito: el del erudito desdichado.

«Nací de familia noble en la más innoble ciudad de Italia».
                                                               Giacomo Leopardi

 

 «… me arruiné con siete años de estudio loco y desesperado en el tiempo en que me formaba y se debía fortalecer mi complexión. Y me arruiné infelizmente y sin remedio por toda la vida y, mi aspecto se tornó mísero y despreciable toda aquella gran parte del hombre que es la única que miran los más… y no solamente los más, sino que quienquiera que sea se inclina a desear que la virtud no carezca de algún ornamento exterior, y al hallarla completamente desnuda, se entristece, y por una ley natural que ninguna prudencia puede vencer, casi no se atreve a querer al virtuoso en el que nada es bello excepto el alma». (Carta a Pietro Giordani desde Recanati, 2 de marzo de 1818).



Esa luctuosa existencia de forzoso enclaustramiento erudito, de fervorosas lecturas, de convivencia exultante con los clásicos nos explicará en cierto modo al Leopardi adulto: incomunicado, solitario, sempiternamente desencantado.  

  El infinito es una de las composiciones más ilustres del corpus leopardiano y, a la vez, ilustrativa síntesis de sus más elevados ideales filosóficos y estéticos. Todo se ha escrito ya sobre este poema imperecedero, presente en incontables antologías, tantas veces glosado, analizado y traducido. En esta entrada, sin gran afán de originalidad, realizaremos un modesto análisis de sus líneas temáticas más relevantes.

Compuesto en 1819, cuando el autor tenía tan solo veintiún años, y publicado por vez primera en 1825, se incluye en la serie de los Idili. Conviene puntualizar que, originalmente, en la tradición clásica griega recibían tal denominación breves cuadros descriptivos de ambientes bucólicos. En el caso de Leopardi, sin embargo, se ofrece una revisión singular de este subgénero, con composiciones de carácter personal, que sirven como cauce expresivo directo para vivencias de corte íntimo. Lo que importa, pues, no es tanto la descripción de un paisaje, como la transmisión sincera de los propios estados anímicos del yo poético. El propio autor expone su concepción del idilio en conocidas páginas del Zibaldone: «sentimenti, affezioni, avventure storiche del mio animo».



“Sempre caro…”

Para empezar, cabe señalar lo más evidente: el poeta se halla sentado en el monte Tabor, refugio personal, espacio próximo a su Recanati natal. Se trata, pues, de un marco espacial realista, definido y preciso. No es casual que en el primer verso se subraye con el adverbio «siempre» la vinculación emocional existente entre ese yo, que asume claramente una posición contemplativa, sumido en la meditación, con una realidad paisajística reconocible y concreta, indisociable de sus memorias de los años infantiles y adolescentes. «Colle», conviene matizarlo, presenta múltiples posibilidades en la traducción: «altura», «loma», «cerro» o «collado». También  «siepe» puede traducirse como «seto» o «valla», quizás preferible a «arbusto». Este impide una contemplación total del último horizonte. El cerco representa, pues, una suerte de obstáculo, de limitación o impedimento para la visión de la totalidad. Se trata de una metáfora clave para comprender esa dialéctica entre los deseos íntimos y la realidad, entre el anhelo de infinitud y lo limitado del mundo cotidiano. 

De este modo, ese yo poético se deja llevar por el poder de la imaginación que sobrevuela los límites humanos. Se inicia, pues, una fuga, una evasión mental que reconfigura aquello que el yo no es capaz de abarcar visualmente. Como expresa el propio Giacomo Leopardi en su conocida Teoría del placer, desarrollada en las páginas del Zibaldone, la única actividad agradable para el ser humano, la única que puede colmar nuestros anhelos de plenitud es la imaginación.

En conjunto, sobresale el intimismo, el carácter meditativo y la contemplación del yo. Percibimos la introspección de un ser aislado, incomprendido, solitario y marginado que reflexiona sobre la eternidad, sobre el pasado perdido y el presente. Esto es: el cántico inefable de la corriente temporal incesante. Esa conciencia se extraviará definitivamente, en una de las imágenes más bellas, en un mar de infinitud y misterio: el yo se aniquila, la conciencia se diluye al fin en la eternidad.

En este poema se concentran algunas de las principales obsesiones recurrentes en la poética leopardiana. A saber: el aislamiento y la vocación a la soledad, la indagación metafísica, la contemplación del paisaje natal y el deseo de evasión y comunión dichosa con lo infinito.

ESTRUCTURA

Tradicionalmente se ha señalado que el poema muestra una articulación bipartita:

Dualidad sensorial (VISUAL-AUDITIVA)

a)       Predominio de lo visual-la infinitud espacial (vv. 1-8). El seto que impide la contemplación (metáfora de las limitaciones comprensivas del ser humano) sirve de acicate, de estímulo para la imaginación de ese yo pensativo) -> “siepe ”----Límite/Barrera/ Obstáculo entre el mundo exterior y los pensamiento y deseos íntimos del yo poético.

Teoria del piacere (Zibaldone)

….solamente la imaginación puede satisfacer el infinito  deseo de placer pues esta, puede crear objetos infinitos en número, duración y extensión. El deseo es siempre ilimitado-infinito. La realidad, por el contrario, es siempre limitada, insuficiente y finita.

 

vv.1-8  Percepción visual-mirando

Ámbito de la imaginación («interminables espacios», «sobrehumanos silencios», «profundísima quietud») ---Ámbito de lo subjetivo-intimo-personal-

b)      Predominio de lo auditivo-la infinitud temporal (vv. 9-14). Es el rumor del viento entre las suscita la reflexión lo que invita a reflexionar sobre una idea de infinito en sentido más bien temporal.

Viento----------- la temporalidad.

Percepción auditiva-----oigo  👂👂

Ámbito de la imaginación (las estaciones muertas y la presente)

      Desenlace--------- El naufragio feliz—extinción/aniquilación del YO

TEMAS

En último término, como los principales estudiosos han advertido, lo decisivo acaso sea la experiencia del abandono exultante, la disolución, la aniquilación de ese yo temporal, pequeño e insignificante, en lo infinito.

Lo sensorial

El poema parte de una serie de experiencias sensoriales concretas: primero, relacionadas con la percepción visual y, a continuación, con la percepción acústica. En este sentido, se describe un proceso que avanza de lo exterior a lo interior; de lo contemplativo a lo introspectivo. 

La búsqueda de lo infinito-proceso interior

La limitación de la mirada (vv. 1-3). El poema es un ejemplo cimero de uno de los conflictos esenciales del movimiento romántico: el conflicto entre la realidad y los altos ideales de ese yo inconformista y sediento de eternidad, entre lo finito y lo infinito.

Lo sublime

El poema refleja perfectamente una experiencia personal de lo sublime. Pero ¿qué es lo sublime? Para la sensibilidad de los románticos, lo sublime ha de ponerse en relación con esa pérdida de la propia identidad ante la grandiosidad inabarcable del mundo natural. El poeta, subyugado y atraído por lo infinito, renuncia a su propio ser, pierde su identidad: el ego será gozosamente aniquilado. En deseo insaciable, el abandono a la inmensidad, la búsqueda de la felicidad, de una plenitud existencial impelen al sujeto poético a celebrar paradójicamente su insignificancia, su propia pequeñez e irrelevancia vital ante lo infinito. 

ANÁLISIS FORMAL

En cuanto a su composición formal, el poema está formado por quince endecasílabos blancos (sin rima). Molde métrico por el que Leopardi mostraba una clara preferencia. El uso del encabalgamiento (vv.10-15) parece decisivo para trasmitir y propiciar una lectura sin cortes abruptos. Forma y contenido, se conjugan, pues, para imprimir una sensación de continuidad en la lectura.

Cabe apuntar, asimismo, la búsqueda de contrastes y una cierta tendencia a la expresión hiperbólica: «interminables espacios», «sobrehumanos silencios», que refuerza, sin duda, esa sensación, tan cara a la sensibilidad romántica, de anhelo insaciable.

Asimismo, atención especial merecen las figuras de repetición: el empleo del polisíndeton (repetición de nexos coordinantes) no parece casual: «me acuerdo de lo eterno, y de las estaciones muertas, y de la presente y viva, y de su música». En la versión italiana, además, apreciamos las aliteraciones consonánticas (spazi di là da quella, e sovrumani/silenzi, e profondissima quïete)  y vocálicas (la reiteración de a a lo largo de todo el poema).

Este análisis debe complementarse con un estudio atento de los tropos. En realidad, la composición se fundamenta en la utilización de un cuidado código metafórico . El cerro simboliza el impedimento, el límite mental; el mar, como la tradición literaria ha consagrado, alude justamente a ese idea de lo infinito y de lo insondable. El emblemático cierre del texto poético contiene un bello oxímoron: «il naufragar m’è dolce...».

Ya para concluir, importa señalar que el tránsito de lo concreto a un elevado nivel de abstracción se refleja en la utilización y selección de los demostrativos o marcadores espaciales. Es obvio que questo expresa cercanía y se emplea para aludir a elementos espaciales reales y accesibles. Quella representa ese «más allá», ese lugar lejano e inaccesible para el poeta.


ENLACES DE INTERÉS Y FUENTES UTILIZADAS

L'Infinito (atuttarte.it)

Panebianco_Poesia B2 215-280 m:Layout 1 (zanichelli.it)

www.studenti.it

https://www.studenti.it/l-infinito-di-leopardi.html

https://inostritempisupplementari.files.wordpress.com/2015/10/tema-14-12-15.pdf



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