EN TERRITORIO GOETHE (I): EL REY DE LOS ELFOS ("ERLKÖNIG")
«El rey de los elfos» o «El rey de los alisos» (1782) es una de las composiciones más cautivadoras y fascinantes de Goethe. Es bien sabido que el gran autor alemán se inspiró en una leyenda de origen danés. A pesar de la aparente sencillez formal, se trata de una balada, como se verá, de incierta interpretación. Parece que en su gestación influyó también de manera decisiva una experiencia del propio Goethe.
Una noche de tormenta. Un bosque misterioso y solitario. Un padre cabalga con su hijo enfermo en brazos. De pronto, la visión del rey de los elfos, acompañado de sus tres hijas. ¿Son meras fantasías, alucinaciones, temores absurdos? El padre trata de calmar a su hijo. Estás enfermo y temes lo que no existe. Sin embargo, el final es trágico, terrible, desolador: cuando llegan a su destino, sabemos que el hijo ha fallecido.
El diálogo que mantienen se fundamenta en la oposición de dos perspectivas bien delimitadas: la racional, representada por el padre; la imaginativa y fantasiosa, del niño. Por tanto, cabe señalar que en el poema se expone con claridad la lucha u oposición entre dos fuerzas contrarias, la pugna entre lo racional y lo irracional. Pero ¿quién dice la verdad? Por de pronto, lo lógico sería sostener que es el padre quien representa la cordura. El temor infantil no deja de ser una ilusión ocasionada por la fiebre. Sin embargo, algunos estudiosos han postulado justamente que la lectura correcta es la contraria: el niño tiene razón y hay razones para sentir la presencia real y turbadora de fuerzas mágicas, misteriosas.
En todo caso el rey de los elfos simboliza la presencia y la amenaza de la muerte, reforzada e intensificada por el ambiente nocturno y misterioso en el que se desarrolla la cabalgada.
FUENTES Y ENLACES:
FUNDACIÓN JUAN MARCH La obra de Goethe | Rosa Sala Rose
Moritz von Schwind "El rey de los elfos" |
Wer reitet so spät durch Nacht und Wind?
Es ist der Vater mit seinem Kind;
Er hat den Knaben wohl in dem Arm,
Er faßt ihn sicher, er hält ihn warm.
"Mein Sohn, was birgst du so bang dein Gesicht?"
"Siehst, Vater, du den Erlkönig nicht?
Den Erlenkönig mit Kron und Schweif?"
"Mein Sohn, es ist ein Nebelstreif."
"Du liebes Kind, komm, geh mit mir!
Gar schöne Spiele spiel' ich mit dir;
Manch' bunte Blumen sind an dem Strand,
Meine Mutter hat manch gülden Gewand."
"Mein Vater, mein Vater, und hörest du nicht,
Was Erlenkönig mir leise verspricht?"
"Sei ruhig, bleibe ruhig, mein Kind;
In dürren Blättern säuselt der Wind."
"Willst, feiner Knabe, du mit mir gehn?
Meine Töchter sollen dich warten schön;
Meine Töchter führen den nächtlichen Reihn,
Und wiegen und tanzen und singen dich ein."
"Mein Vater, mein Vater, und siehst du nicht dort
Erlkönigs Töchter am düstern Ort?"
"Mein Sohn, mein Sohn, ich seh es genau:
Es scheinen die alten Weiden so grau."
"Ich liebe dich, mich reizt deine schöne Gestalt;
Und bist du nicht willig, so brauch ich Gewalt."
"Mein Vater, mein Vater, jetzt faßt er mich an!
Erlkönig hat mir ein Leid getan!"
Dem Vater grauset's, er reitet geschwind,
Er hält in Armen das ächzende Kind,
Erreicht den Hof mit Müh' und Not;
In seinen Armen das Kind war tot.
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