EN LA MUERTE DE FRANCISCO BRINES: PALABRAS PARA UNA DESAPARICIÓN

Nos ha dejado, a los 89 años de edad, el poeta valenciano Francisco Brines (1931-2021). La triste desaparición de uno de los últimos supervivientes de la llamada generación del 50 no está muy lejana, desdichadamente, de la de otro de sus miembros más ilustres, el también poeta y novelista José Manuel Caballero Bonald, que nos abandonó definitivamente el día 9 de este mismo mes de mayo, tan aciago para las letras españolas. 




Falleció Francisco Brines, cuando aún teníamos fresca en la memoria la imagen de una insólita entrega del Premio Cervantes, el pasado día 12, en su casa de Oliva, bien guarecido en su amoroso paisaje natal. Se dejaba traslucir la emoción en el rostro del veterano escritor, a pesar de encontrarse muy deteriorado y envejecido. Bien mirado, poco importa la muerte, pues el destino de los poetas auténticos la transciende y la burla con eficacia. La belleza no conoce límites terrenales: sobrevive a quienes consagraron su existencia, con una dedicación fervorosa y apasionada, a la aventura creadora. 
Brines vino al mundo en el año 1932. Se licenció en Derecho, Filosofía y Letras e Historia. Trabajó como lector en la Universidad de Oxford y como profesor de español en Cambridge. En el año 2000 fue elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua. Posteriormente, también sería investido Doctor "Honoris Causa" en la Universidad Politécnica de Valencia. En el año 2010 recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.  
Singularizada por una intensa conciencia de la temporalidad, en su dilatada singladura poética coexisten la celebración erótica y el hedonismo, el tono meditativo y la evocación nostálgica de la niñez, las perennes reflexiones sobre la caducidad terrenal, la vejez y la muerte. 
Su revelación como poeta se remonta a la año 1959, cuando obtuvo el prestigioso Premio Adonáis por Las brasas. Entre sus obras mayores, destacan Palabras en la oscuridad (1967),  hermoso testimonio lírico con el que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica, y El otoño de las rosas (1987), acaso su trabajo más celebrado y conocido, merecedor del Premio Nacional de Literatura. 

Fuente: www.larazon.com


Quienes desconozcan aún su obra hallarán en Yo descanso en la luz (Visor) una excelente antología para poder adentrarse en un delicado ámbito de intimismo y fulgor sensorial. Pulsando los mismos acordes (tiempo, vitalidad y muerte), con paciencia y discreción, fue puliendo y renovando Francisco Brines esa voz personal, embebida de un inconfundible aliento elegíaco, rebosante de sensualidad, en la que perduraban algunas reminiscencias cernudianas y kavafianas. Como Jaime Gil de Biedma, con cuya obra poética, se advierten  múltiples afinidades, Brines amó demasiado la vida. De esta pasión vitalista da cumplida fe una obra poética llamada, de momento, a ser  imperecedera. 


REFERENCIAS

Francisco Brines Bañó. Biografía

http://www.amediavoz.com/brines.htm


Fuente: www.reforma.com





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